Un hombre destruyó por completo la madrugada de este martes el Altar de la Basílica de Higüey, amparado supuestamente en una orden de Jehová por asuntos de idolatría.
El acusado, identificado como Jorgito de la Rosa Caraballo, fue apresado y según el obispo de la diócesis de la Altagracia, Nicanor Peña Rodríguez, no cree que presente problemas mentales, por los tipos de objetos que destruyó.
De la Rosa Caraballo fue detenido por un guardia del museo de La Basílica. “Hay un guardia en el museo, como a 200 metros y cuando el vino lo encañonó y entonces él se entregó, “por eso yo digo que no es ningún enajenado mental, porque a las otras gentes no les hacía caso y cuando vino la guardia inmediatamente entonces se doblegó. Justamente destruye todo lo que son signos significativos de la iglesia.”, dijo el obispo.
El hecho se produjo a las 5:30 de la madrugada, cuando la seguridad de la Basílica abrió el templo, y ya el hombre estaba ahí. De inmediato entró y comenzó a destruir los objetos del Altar, por lo que no dio tiempo a evitar que cometiera la acción, ya que estaba estrellando los objetos y el de seguridad temió a que le fuera a causar algún daño.
“Bueno, realmente lo que ocurrió aquí en la Basílica fue una destrucción total del Presbiterio, la sede del trono de la Virgen, todo lo que está a su alrededor, como el Árbol del Naranjo, lo arrancó todo y lo tiró por el piso, rompió la sede donde se sientan los sacerdotes, el ambón donde se lee la Palabra, el área donde se hacen los bautizos, es todo, candelabros, la Bandera del Vaticano la volvió trizas, bocinas, micrófonos, bueno acabó con todo”, narró Nicanor Peña, quien se quejó, además de que la seguridad de la Basílica no es permanente en el lugar, y se va cuando quiere.
El ese sentido, llamó a las autoridades a tomar carta en el asunto, para evitar que hechos como este se vuelvan a repetir. Recordó que hace aproximadamente tres años vivieron un episodio similar, pero no tan agresivo como el de hoy.
Pidió que se implemente una seguridad permanente en la Basílica para proteger los bienes de la Iglesia y salvaguardar la seguridad de los que asisten y trabajan allí.
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